Capacidad de aceptar las consecuencias de nuestros actos y cumplir con nuestras obligaciones en el ámbito personal, laboral y social. Las sociedades con individuos responsables son más justas, pacíficas y equitativas.

La persona tolerante sabe escuchar y compartir su opinión sin generar discordia ni sobreponer su palabra ante los demás. Va de la mano del respeto y permite el diálogo y la reflexión, así como el enriquecimiento de la cultura lejos de la violencia y la discriminación.

Se ponen de manifiesto otros valores como el reconocimiento del otro, la fidelidad, la lealtad y la amistad. Al practicar la gratitud reforzamos nuestros vínculos sociales y aumentamos la satisfacción con la vida, lo que provoca una reacción positiva en las comunidades en las que formamos parte valorando y cuidando lo que nos rodea.

Es la capacidad de los individuos para ser veraces, transparentes, firmes y honestos en su palabra y acciones, manteniendo así la coherencia entre ambas. Cuando se actúa con integridad, nace la confianza entre los grupos y por ende es posible trabajar en conjunto por objetivos que benefician a todos los miembros.